🩺 Sí lograste tu especialidad… aunque no en la sede que soñabas

Por Redacción Doctor Vago

Está por terminar la primera vuelta de selección de especialidades del ENARM.
Los resultados llegaron y, con ellos, emociones encontradas. Para muchos, fue un sueño cumplido. Para otros, una alegría con un sabor agridulce: sí lograron su especialidad, pero no en la sede que esperaban.

Esa sensación es más común de lo que parece. Y es perfectamente válida. Después de todo, pasaste años imaginándote en cierto hospital, en esa ciudad que te inspiraba o en ese servicio donde querías aprender. Pero hoy la realidad te llevó a otro lugar. Y aunque no era el plan inicial, no significa que hayas perdido.

La sede no define tu futuro. Tú lo defines.

He visto grandes médicos formarse en hospitales pequeños, y otros estancarse en instituciones con renombre. Lo que realmente hace la diferencia no es el nombre bordado en la bata, sino la actitud con la que enfrentas cada guardia, cada paciente y cada oportunidad de aprendizaje. La residencia te pone frente a la medicina real: la que se vive con cansancio, presión, incertidumbre… y también con vocación.

Ahí, en esas jornadas largas y en los casos difíciles, es donde se forja el especialista que siempre quisiste ser. No importa dónde empieces: lo importante es cómo aproveches el camino.

Tu crecimiento no depende solo del hospital, sino de lo que hagas fuera de él. Participar en congresos, tomar cursos o diplomados, involucrarte en investigación, fortalecer tu inglés o mantenerte actualizado con artículos científicos: todo eso te va a distinguir. No esperes a que la formación venga a ti; búscala. Haz de cada día una oportunidad para aprender algo nuevo.

Sí, puede que no estés en la sede de tus sueños, pero tienes algo mucho más valioso: una oportunidad real de construir el médico que soñabas ser.

Así que no te compares, no te detengas. Aprovecha tu lugar, exprime cada rotación, y cuando mires atrás, entenderás que no fue un retroceso… sino el punto de partida de algo mucho más grande.

Porque al final, la sede no te hace médico: tú haces que valga la pena.